Sr. Director:

Entre las canonizaciones hechas por el papa Francisco el pasado 14 de octubre destaca la de Monseñor Óscar Romero, nombrado arzobispo de San Salvador en 1977, precisamente por Pablo VI, fue un incansable defensor de los derechos humanos en medio de una naciente guerra civil en su país. Supo, como ha recordado el Papa Francisco, abandonar la seguridad del mundo para entregar su vida según el Evangelio. Fue asesinado en 1980, mientras celebraba la Eucaristía. 

También Madre Nazaria, fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, nació en Madrid en 1889, aunque ya se la considera con toda justicia la primera santa de Bolivia, donde se entregó en cuerpo y alma a la atención de los más necesitados, particularmente a la educación y promoción de los derechos de las mujeres más pobres.

Todos ellos son, junto a los otros cuatro canonizados y al papa Montini, testigos que, también en medio de dificultades e incomprensiones, se mostraron dispuestos a gastar su vida, atravesando nuevas fronteras y siendo profetas de una Iglesia que mira a los alejados y que cuida de los pobres; hombres y mujeres que nos exhortan a vivir la vocación universal a la santidad; santos para un nuevo tiempo, en el que, precisamente por la desesperanza en la que viven inmersos muchos de nuestros contemporáneos, no caben tibiezas, ni cálculos, sino el ardor de arriesgar y de dar la vida entera para poder llevar el Evangelio a todos los hombres de cualquier tiempo y lugar.