Sr. Director:

Catalina de Siena es una de las grandes mujeres de Occidente no sólo por su sabiduría y santidad, Doctora de la Iglesia Católica, sino por su influencia político-religiosa en los duros tiempos de la tardía Edad Media; tuvo un protagonismo determinante en la solución del Cisma de Occidente, destierro del papa en Aviñón, que tanto mal provocó en la Iglesia y que supuso el inicio de la gran ruptura de la speudo-reforma anticatólica luterana. Catalina fue declarada por San Juan Pablo II patrona de Europa junto con la santa sueca Brígida otra extraordinaria mujer que profetizó las terribles consecuencias del Cisma de Occidente.

Catalina de Siena no tuvo enseñanza reglada. Aprendió a escribir, según algunos autores milagrosamente, murió joven, a los 33 años. Gracias al trabajo de los amanuenses, nos ha llegado alguno de sus tratados de singular importancia para comprender realmente la Iglesia Católica de su tiempo, con sus grandes virtudes y sus defectos, porque las Iglesia Católica necesita siempre conversión. Catalina sentía gran pena por los pecados de los sacerdotes, porque los amaba intensamente por su gran dignidad y por ser los elegidos por Jesucristo para la celebración de los grandes misterios de su Cuerpo y Sangre. En su obra más importante El Diálogo, en la parte que trata de la Iglesia como Cuerpo Místico, Excelencia del Ministerio Sacerdotal, aborda temas de gran importancia incluso para estos tiempos aciagos en los que sacerdotes católicos son víctimas de campañas insidiosas por su virulencia satánica, cuya finalidad es la destrucción de la Iglesia calumniando al clero católico tanto a los sacerdotes más humildes como a la Jerarquía. Temas tan importantes como la dignidad de los ministros del altar: pureza, caridad liberalidad. Temas como la autoridad de los ministros y sus defectos; culpabilidad de sus perseguidores, entre otros, son analizados en este gran tratado de alta espiritualidad que es  El Diálogo, obra de lectura obligatoria para los de dentro  y de fuera de la Iglesia. Hablando de la dignidad de los sacerdotes, como administradores de la Sangre Gloriosa de Cristo afirma: “No puede un hombre llegar a mayor desgracia que atreverse a castigarlos, porque la persecución contra la Iglesia o sus ministros es el pecado de mayor gravedad.  Esto porque a pesar de sus defectos no disminuye su dignidad.  Nadie puede alegar que no se ataca a la Iglesia por juzgar a los malos pastores. “Este tal (escribe Catalina  poniendo sus palabras como dichas por Cristo)  miente, y no comprende, cegado por el amor propio; o ve muy bien, pero hace como si no entendiera, para disimular el remordimiento de su conciencia; comprende que persigue a la Sangre de Cristo y no a ellos a los sacerdotes. A mí se da la injuria, como se da la reverencia y por eso son para mí los escarnios, villanías, oprobios y vituperios que les hacen a los sacerdotes. Considero hecho a mí lo que se ha hecho a ellos, porque dije y repito que no quiero que mis “cristos” sean tocados, Yo los castigaré; no deben hacerlo ellos.

Esta defensa del Sacerdocio Católico no le impide lamentar algunos vicios de los ministros indignos. Hablando del pecado vicio -contra natura- escribe: tan abominable es el pecado contra la naturaleza que sólo por él se  hundieron cinco ciudades. Llega a  incluso a escribir algo realmente sorprendente y tremendo: el vicio contra natura es desagradable a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en el bien, sino porque su naturaleza fue angélica y esa naturaleza rehúye cometer tan enorme pecado” Esta denuncia tiene plena actualidad porque  las calumnias y profanaciones no solo van contra los sacerdotes sino contra la profanación iglesias y sobre todo contra las profanaciones del Santísimo Sacramento del Altar, objeto continuo de ataques satánicos por sacrílegos.