Sr. Director: Pero en los últimos tiempos, y en buena medida por influencia de Estados Unidos, se va imponiendo una paradójica represión contra los ciudadanos que no son partidarios de las ideas minoritarias. Las antiguas víctimas se van transformando en una especie de nuevos verdugos. Como si donde se abolió la pena de muerte, se prohibiese expresar opiniones favorables a lo que, desgraciadamente, sigue vigente en otros Estados americanos. Hasta la Francia igualitaria ha estado a punto de introducir una condena para quienes obstruyan la práctica del aborto, primero despenalizado, luego convertido en derecho, ahora bien social protegible penalmente. Se trataba de una enmienda en la tramitación de una ley sobre igualdad de derechos, que no prosperó: el delito de obstrucción podría haber significado hasta dos años de cárcel y 30.000 euros de multa. Es justo defender las propias libertades. Pero no parecen lógicas las sanciones, más típicas de absolutismos caducos que de sistemas democráticos. Incluso, si los líderes de las minorías lo estudian detenidamente, quizá compartan mi opinión de que son contraproducentes: están en el origen del aumento de las fobias contra grupos de activistas irreductibles con imagen de arrogancia. Domingo Madrid