Sr. Director: En este tiempo es fácil que con frecuencia se agrien las conductas o los comportamientos en el hogar, bien a causa de los hijos, bien por la relación de los cónyuges, o bien por ambas cosas. Respecto a la convivencia, en esta época, en la que los acontecimientos se suceden con tanta rapidez y en la que el caudal de información es tan exhaustivo, las pautas para encauzar una buena relación son débiles, en muchos casos inexistentes, y en otros confusas. Por lo tanto, los pilares en los que se sustenta o se debe de sustentar la vida familiar no se conocen o sí se conocen son muy dispares y con ello no se encuentra la armonía, la concordia y la paz. Ante esto podríamos reseñar varias causas:
  • En primer lugar los valores éticos y morales, sobre los que fluye la sociedad, están devaluados y en muchos casos en desuso.
  • Segundo. La diferencia generacional, entre padres, madres e hijos, es tan brusca que rompe en muchas ocasiones la capacidad de diálogo.
  • Tercero. Falta normalmente una adecuada formación en los padres, que se encuentran en muchas ocasiones desbordados por los acontecimientos que les suceden a sus hijos o que les plantean sus hijos.
  • Cuarto. Hay poco tiempo, o se dedica poco tiempo, para el diálogo mutuo entre el padre y la madre, y entre estos y los hijos. Esa falta de diálogo, ocasiona falta posterior de entendimiento y falta de convivencia pacífica.
  • Quinto. A veces, falta autoridad por parte de los padres que para no complicarse la vida, o por no saber, dejan hacer a sus hijos, sin ponerles ninguna norma o enseñarles algunas directrices.
  • Sexto. Hoy el mundo, de unos y otros, es mucho más complejo, con muchos más elementos que influyen, positiva o negativamente, en una buena y sana vida familiar, hay que superar más obstáculos y vencer más barreras.
  • Séptimo. Hoy todo el mundo opina, todos tenemos muchos derechos y pocos deberes, y cuanto más pequeños son los hijos más empapados están de esta capacidad de exigir. Todos queremos ser dueños y señores de nuestra propia existencia. Todos queremos ser libres, pero no todos somos responsables. Un hijo, por poner un ejemplo: a determinada edad, no puede ir a donde quiera, ni puede llegar a casa cuando quiera.
Podría continuar pero con este breve esquema sólo quiero animar a fomentar el diálogo familiar, para que las -a veces- difíciles relaciones mutuas funcionen mejor. El verano puede ser una buena ocasión para dialogar de una manera distendida, aprovechando el descanso y las vacaciones. Y para terminar quiero aprovechar para aconsejaros la visita a algún santuario de la Virgen, hay muchos y muy bellos, para pedirle a María que como madre, hija y esposa, interceda por nosotros. Rafael Gutiérrez