Sr. Director: Una madre lleva a su hijo de trece años al médico por una pequeña afección y el doctor le pregunta, entre otras cosas, si le gustan más las chicas o los chicos. Todavía la madre y el hijo no han salido de su perplejidad después de mandar a paseo al médico. Son pocos los médicos tan interesados en meter con calzador la ideología de género (IdG), y lo mismo ocurre con otros profesionales como psicólogos, profesores o artistas. Y son muchas las personas conscientes de la gravedad de la situación que amenaza con arruinar la sociedad en que vivimos y donde disfrutamos de libertad y libertades, entre otras la de expresión. Una ideología es un conjunto de ideas que se  imponen manipulando los sentimientos al margen de las razones, como vemos en los populismos, los nacionalismos o las sectas. No hay datos científicos que avalen una ideología aunque sí aparato mentiroso o posverdad, como ahora la llaman. Ha ocurrido durante toda la historia por quienes buscan dominar las conciencias: unos pocos elitistas que imponen otras costumbres mediante la revolución cultural; muchas veces sangrienta pero otras de modo silencioso a semejanza de un cáncer que va invadiendo los órganos vitales del cuerpo. En este caso la IdG ataca al matrimonio y la familia como instituciones humanas necesarias para la libertad y el progreso. Van arruinando los resortes morales para establecer un relativismo que impide distinguir lo benéfico de lo pernicioso, lo constructivo de lo destructivo, y en definitiva lo bueno de lo malo, con el fin de instaurar el transhumanismo o rebelión contra la propia identidad. Los obispos acaban de pronunciarse con claridad sobre esta peligrosa ideología que "niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer", "vacía el fundamento antropológico de la familia", y pretende tener la "hegemonía cultural, social y política  por medio de la represión legal y mediática", como señala Mons. Mazuelos  obispo de Jerez y miembro de la comisión episcopal de Familia y Vida. Pedro García