Sr. Director:

Dios no nos ha abandonado, somos nosotros que le hemos rechazado: me da la sensación  que la desacralización que padece la Iglesia Católica, se asemeja a la marcha alocada de un caballo desbocado, no hay quien lo pare- No pienso callar mientras Dios me tenga con vida y conserve mis facultades mentales. La norma establecida por la Iglesia, creo que desde el siglo VI, es comulgar de rodillas y en la boca, norma que ha permanecido sin cambios, como así lo atestiguo Monseñor Cañizares cuando fue Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos (2008-2014) La comunión en la mano es un sacrilegio, era, es y será, por que Dios es inmutable, no cambia. A esta doctrina se refirió también el Papa Pablo VI cuando dijo que comulgar en la mano era una desobediencia grave y sacrílega La Iglesia no manda comulgar en la mano, permitió ese privilegio para tranquilizar aquellas conciencias, y vemos como ahora esa es la norma vigente. Los que han barrido las iglesias de comulgatorios, púlpitos, altares, imágenes. etc., son los modernistas que condenó el Papa Sam Pio X. Actualmente la situación  es de extrema gravedad, es como ese caballo desbocado. Tienes que comulgar de pie pues no existen comulgatorios y los pocos que quedan están de adorno. Pero lo que ya es la gota que colma el vaso, es que el fiel que quiera comulgar en la boca, lo cual te niegan en muchas iglesias, pareces un intruso, tienes que esperar a ser el último, la preferencia la tienen quienes comulgan sacrílegamente en la mano, de lo cual no son responsables, si no los Prelados que se hacen responsables de tantos sacrilegios. En cuanto que es para evitar contagios con lo cual pretenden justificarse, es una falacia pues yo comulgo en la boca y la mano del sacerdote no toca nunca mi lengua. Quiero terminar como empecé, quiero comulgar de rodillas y en la boca, es mi derecho según el Magisterio y no pienso callar, no quiero hacerme cómplice con mi silencio de tantos sacrilegios y profanaciones que sufre la Divina Eucaristía. Y no olvidemos: la vacuna no va a terminar con la pandemia, la cual es fruto del pecado. Todos los acontecimientos que están sucediendo en la Iglesia Católica y en el mundo señalan cada vez con más claridad el fin de esta era. La Santísima Virgen dijo Fátima:  “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará.”