Sr. Director:

Me permito recomendar la lectura del discurso del presidente de la Comunidad de San Egidio, Marco Impagliazzo, en el XI Congreso Internacional de Ministros de Justicia. Se publicó en ilfoglio.it con el título “No a la política de las emociones. ¿Por qué sigue siendo necesario luchar por la abolición de la pena de muerte?”

Una de las principales razones es que, en una sociedad donde el miedo y la frustración crecen, resulta indispensable una batalla absoluta por la vida, por toda vida. No se puede dejar llevar por el sentimentalismo, que exige soluciones radicales y rápidas, especialmente tras crímenes atroces, casi siempre ligados al terrorismo, al feminicidio o a violencias contra los más débiles.

Ciertamente, el panorama “de la violencia cotidiana sigue siendo sombrío. Las muertes violentas de tanta gente nos golpean. Es una herida, una cicatriz que desfigura a todas las sociedades, sin excepción”. Justamente por eso, es más importante aún el abolicionismo, “porque la lucha contra la pena de muerte priva en sí de toda legitimidad a cualquier muerte, homicidio, violencia y, sobre todo, a cualquier guerra, declarada o no declarada, justificada o no justificada”. Se trata, sin duda, de un mensaje cultural de máxima importancia. Porque “si ni siquiera en un proceso justo se puede condenar a muerte al culpable, entonces toda muerte violenta pierde sentido, no sirve de excusa ni, menos aún, de inevitabilidad”. No hay vida que no tenga valor. En cambio, ¿qué sentido tiene una justicia sin vida?