Sr. Director: Al vivir con intensidad estos días de previos a la Navidad, a veces me pregunto: ¿Qué hacen los no creyentes por Navidad? Unos, quizá los más, pasan en silencio las horas; no participan de la alegría de Dios y de los creyentes, y quizá los aires de Navidad se vuelven turbios y apesadumbrados. Guardan silencio añorando quizá momentos pasados en los que su espíritu se llenaba de emoción al cantar un villancico. Otros tratan de contener la fuerza silenciosa de estos días, organizando viajes, campamentos, cruceros, etc., etc., con la exclusiva idea de no pararse a pensar en lo que está en el aire: Los Ángeles que anuncian a los pastores la llegada del Señor. Y no faltan quienes, ante la llegada del Hijo de Dios a Belén hacen todo lo posible para vendarse los ojos, y no ver nada de lo que ocurre allí. ¡Qué pena un ciego que no quiere ver cuando el Señor pasa cerca, y le pregunta ¡¿Qué quieres que yo te haga?! No hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesucristo pasó por la tierra curando a ciegos, a sordos, a cojos, paralíticos…Y tiene la pena de ver hoy a tantos ciegos, sordos, cojos, paralíticos, que no quieren ver, ni oír, ni andar, ni levantarse de su camilla para ponerse en marcha hasta Belén y adorar al recién nacido, como hicieron los pastores al anuncio de los Ángeles. Jesús Domingo