Sr. Director: A pesar de estar en desuso esta hermosa palabra, no debe dejar de llevarnos a la búsqueda de un significado apropiado y reflexionado sin que las prisas nos alejen de ella. Dicho término nos transmite mesura y serenidad y nos encamina fuera del atropello y la sinrazón. Se llama ternura al nacimiento  de un bebé, a  la  inclinación de  la madre al amamantarlo, a la fragancia de una flor, al trato en una caricia…porque en ello  se despiertan  sentimientos y recuerdos. Es palabra con muchos apliques, variedad de matices, de significados profundos, siendo quizás una de las  palabras más bellas del castellano. Los estudiosos dicen que apareció en La Lengua Española, allá en el año 1.942 y es en nuestro diccionario donde se define con un sinfín de letanías, donde todo representa alabanzas, piropos, detalles de amor, un adiós, una despedida, una frase oportuna. Y siguen más: exultar, regocijar, agradecer, observar, comprender. Palabras todas ellas reñidas con las prisas. En palabras del Papa Francisco, en la Exhortación-Apostólica Evangelii Gaudium, habla de "La evangelización de la Ternura" con el deseo de actualizarlo en nuestro lenguaje diario. Y recojo un texto muy apropiado para acertar en su mensaje: "El proceso de avance en el periplo desenfrenado de las prisas que nos llevan hasta el estrés, el ajetreo de un lado para otro, del bombardeo continúo de opiniones diversas, dispersas y enfrentadas que a veces niega la trascendencia y la profundidad de la vida; debilita la mente, nos satura  indiscriminadamente de datos, todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear cuestiones morales". Este Nuestro Papa, que ha conseguido tantos seguidores de  sus mensajes y  de la doctrina clara de la Iglesia se reafirma con estas palabras: "Por supuesto, queda claro que las prisas son enemigas de la reflexión y la ternura. La serenidad da sentido a la vida, y el olvido al no practicarla trae consecuencias tristes y lamentables". La ternura enriquece el ánimo; ayuda a mirar con una sonrisa en correspondencia a quien  te busca, a quien sufre; a recrearte en la belleza de la naturaleza; a buscar la paz en ese bosque lleno de sombras, donde se  filtra la luz del sol, en el remanso de ese atardecer después de un día caluroso, en la serenidad del mar después de un día con oleaje; siendo todo ello el acicate para desconectar de la rutina diaria. Tampoco por antonomasia debe vincularse la ternura a la espiritualidad como justificante de conductas religiosas, puesto que el hombre tiene una sensibilidad interior que tiene la opción de desarrollar en la libertad que Dios le ha otorgado. La reflexión al leer y releer estas actitudes nos deben encaminar a conseguir esa seguridad para convertir la vida en un cuento maravilloso. En un cuento de realidades donde las prisas, las dudas, las confrontaciones entre hermanos por motivos de ideología, religión y cultura no nos impidan apoyar proyectos útiles, leyes que no sean agresivas en aras de evitar los enfrentamientos, el embotamiento de la mente así como el oscurecimiento de la realidad. La vida del hombre puede equipararse a aquel farolillo volador que brilla y se remonta a las alturas sin término de cima; o a esa cometa que está condicionada a la cuerda o hilo cuyo curso es guiado por la mano del hombre hasta que se tropieza con ese nudo que le impide coger la altura adecuada y así poco a poco, termina deslizándose sobre la tierra hasta caer sobre el suelo, y al verse en el suelo, termina como un puñado de papel arrugado. De hecho, las aspiraciones nobles también están en la arrogancia de la cometa pero diferenciando sus objetivos. Pero este cuento podemos hacerlo vida con la reflexión de encauzar nuestras vidas, y volar la imaginación para conseguir ideales y esperanzas. No creamos que la ternura tiene un techo de personas ni está reservado a privilegiados, ingenuos y dóciles, si no que está al alcance  de cualquiera, ya sean sabios, intelectuales, o gente sencilla; todos ellos aspirantes  a conseguirlo con el tesón que se requiere. Pero es ahora cuando os transmito la enseñanza de otro cuento que nos lleva a no juzgar situaciones que no comprendemos: "En un pueblo pequeño, dentro de una Iglesia también pequeña, un grupo de mujeres, escandalizadas le comentaron al Párroco que al final de ella había un hombre fumando. El Párroco se acercó a él y con gran ternura, le preguntó: "Buen hombre, ¿Qué hace usted aquí?". Y el señor contestó: "Ya ves, me quedaba sólo este cigarro y pensé "donde mejor que fumármelo que aquí con el Señor". Y así lo he hecho." Sobran las palabras. Esto es un claro ejemplo de cómo con ternura puede llegar a entenderse situaciones que aparentemente pudieran dar lugar a situaciones erróneas. Al hilo de todo lo anterior, me gustaría traer a colación la reflexión de un gran novelista malagueño que nos alienta a soñar: "La vida ayuda a aprender muchas cosas, sobre todo a no perder la imaginación, pues, al final, el mundo es el resultado de lo que imaginas. Ninguna realidad está por encima de la imaginación". Inés Robledo Aguirre