Sr. Director: Entre los frívolos contenidos del programa de la televisión que corta el bacalao de las audiencias en las tardes españolas, de repente informan sobre la detención policial, declaración judicial y posterior puesta en libertad con cargos, de un famosete del mundo de la farándula. El motivo: la denuncia interpuesta por su pareja acusándole de una supuesta agresión, que incluso le habría producido una fisura en una costilla. Tras dar la noticia muy por encima, enseguida pasan a conversar telefónicamente con el famosín, concediéndole así una oportunidad de oro para defenderse y poner en solfa la credibilidad de su pareja denunciante, a quien por supuesto tachaba de falsedad. Sin poder entrar en la veracidad de los hechos denunciados, este personaje ha recibido un trato de favor respecto al numeroso resto de denunciados por muy parecidas acciones. ¡Cuántos habrían querido disponer siquiera de tres minutos en un programa así, para poder defenderse públicamente de las acusaciones de sus cónyuges, parejas o exparejas! Aunque conviene precisar que, a diferencia de este episodio, en esos otros casos ni los denunciados suelen pertenecer a la farándula ni se trata de una relación homosexual entre dos hombres; circunstancias que seguramente no han influido en nada para el privilegio. Pero admitamos que desorienta mucho que por similares denuncias, este mismo programa puede crucificar durante semanas a cualquiera que no incluya en su círculo de protegidos. Miguel Ángel Loma