Sr. Director: 

Pero si las consecuencias de la atomización las estamos sufriendo en la formación de gobierno y en su posterior gestión, igualmente son nefastas las del multipartidismo para la oposición.

La secuencia de acontecimientos que viven el Partido Popular y Ciudadanos con sus pretendidas alianzas en el País Vasco -con despedidas traumáticas- y en Galicia -con soberbias personales- son una buena prueba de que la oposición se ejercía mejor y se desenvolvía con más soltura en las épocas anteriores en las que, tanto la formación en la oposición como el partido en el poder, tenían la suficiente fuerza para desarrollar e imponer, en su caso, sus criterios políticos y sus respectivas ideologías. Incluso eso que tan sofisticadamente se llaman pactos de estado, eran mucho más viables.

Que el Partido Popular o sus dirigentes de Génova se vean en la peligrosa situación de resquebrajar la autoridad y la unidad interna por su pretendida necesidad de pactar con un partido que tiene 10 escaños en España y que es un perfecto desconocido en ciertas autonomías, da idea de la situación caótica, también en la oposición, gracias al multipartidismo del que algunos hablaban maravillas.

Un pluripartidismo bueno para los pequeñitos, porque nunca tan pocos tuvieron tanto poder.