Sr. Director:

¿Cómo se le ha podido ocurrir a Dios, Creador, Padre, Todopoderoso, Eterno, después de la alianza con Abraham y con Moisés, enviar a su Hijo a este muladar que es toda la tierra? “No había lugar en la posada”, dice el Evangelio. ¿Hay acaso un lugar digno sobre toda la faz de la tierra, para recibir al Niño Jesús, para que nazca el Hijo de Dios, que quiere hacer de todos los seres humamos una única familia de Dios?

De tal modo el pecado nos ha herido la inteligencia, el corazón, que desconfiamos del Amor de Dios, que nos matamos los unos a los otros, como Caín a Abel; que corrompemos nuestras sociedades y prostituimos hasta lo que un día hemos amado, que no queremos que venga Dios a “salvarnos” de nuestras miserias y de nuestras mezquindades. Oscurecida así nuestra capacidad de ver la realidad, ansiamos suicidarnos sin arrepentirnos de nuestro pecado; y podemos rechazar el perdón y el amor que nos ofrece el Niño Jesús, y su misericordia. Podemos no querer ser perdonados, ni salvados. Nos podemos enterrar en nosotros mismos.

Dios en la historia, para liberarnos del pecado y de la ceguera. Las naciones desaparecen una detrás de la otra; Los imperios se desvanecen siglos tras siglos. Del paso del hombre sobre la tierra nada quedará al final de los tiempos, y podemos estar bien seguros de que también se acabará el tiempo.