Sr. Director: Escribo estas líneas cuando todavía no se ha apagado la lumbre. Cuando aún siguen encendidos algunos rescoldos del aquelarre femi-nazi-estalinista degenerado celebrado el último 8 de marzo, en el que por doquier se nos invitaba a quienes hemos nacido hombres a pedir perdón por haber nacido con un colgajo entre las piernas. Y en el que se nos invitaba, con propaganda estruendosa a que nos diéramos golpes de pecho por ser malos, malísimos, responsables de todas las maldades imaginables. Siguiendo las consignas del Manifiesto Scum de Valerìe Solanas. Han sido muchos, demasiados, los que siguiendo las directrices del lobby homosexualista de "género" se han autoinculpado por el maltrato, el sojuzgamiento, las barrabasadas que supuestamente cometieron nuestros ancestros varones y de los que fueron víctimas nuestras "ancestras"… Algunos hasta han añadido aquello de que están en búsqueda de su lado femenino… Por supuesto, para rematar el aquelarre se han publicitado toda clase de improperios contra el "heteropatriarcado", el "capitalismo salvaje y criminal" y toda clase consignas que se repiten a lo largo del año en los eventos que organiza el lobby "de género". Este 19 de marzo, un año más, se celebra en España el día del padre. Durante los días previos los padres son el principal reclamo comercial. Atractivos escaparates se encargan de que fechas como el 19 marzo no pasen desapercibidas. Es una más de las múltiples campañas que se hacen a lo largo del año para incitar al consumo, para intentar incrementar las ventas. Algunos papás tendrán posibilidad de celebrarlo con sus hijos, pero habrá cientos de miles de padres que no tendrán -ni podrán- nada que celebrar, pues no se les dará la más mínima oportunidad. Estoy hablando de los grandes olvidados en este día tan señalado. Miles de padres separados/divorciados que, por decisión del paripé, del sucedáneo, de justicia que padecemos en España, lenta, cara y arbitraria -además de sorda y ciega- son tratados y considerados, como delincuentes. La presunción de culpabilidad impregna a la totalidad de las normas legales españolas, relativas a la ruptura de pareja y la custodia de los menores tras la disolución del vínculo matrimonial, respecto de los padres de familia. En España se viola todos los días la Constitución, en lo referente a preceptos tales como el de que todos -y todas- somos iguales ante la ley, el derecho a un juicio justo, con plenas garantías legales y el derecho a la presunción de inocencia, o cuestiones tan básicas como que la carga de la prueba corresponde al denunciante y no al denunciado cuando se trata de padres de familia inmersos en procesos de separación y divorcio. (Ley de Divorcio de 2005 y Ley Integral contra la violencia de género). La arbitrariedad y la injusticia llegan a tal extremo, que hace años, una sentencia obligó a un hombre a mantener a un menor del que se había demostrado que no era padre biológico (si se hicieran pruebas de ADN con frecuencia se produciría más de una sorpresa en este sentido). Y para colmo aquella sentencia, en la que el juez decidió obligar a la nueva esposa a pagar la pensión de manutención de los hijos que su esposo tiene de otra anterior relación; pese a no guardar ninguna relación de parentesco con ellos. Está de moda proclamar una mayor implicación de los varones en las tareas domésticas y en la crianza y en la educación de los hijos, medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, y cosas por el estilo; medidas a cuál más creativa. Pero casualmente sólo cuando la familia esta "intacta". Se tiende a confundir familia con matrimonio. Se da por sentado que el principal causante de las rupturas de pareja, si no el único responsable, es el varón, y que la mujer es la parte más vulnerable. Se da por supuesto que las mujeres son madres abnegadas, seres dispuestos a sacrificios y renuncias miles para lograr el bienestar de sus hijos y procurar lo mejor para la convivencia con su marido y sus hijos. Se considera que esa heroica entrega debe ser compensada si el matrimonio se rompe. Estamos asistiendo a una cada vez mayor criminalización de la paternidad. Si un padre divorciado tiene la feliz ocurrencia de pretender ejercer de padre tras el divorcio, continuar criando y educando a sus hijos, seguir dándoles amor y cuidados, aquello que se denomina Custodia Compartida, será considerado sospechoso de perversidades miles, será mirado con lupa y deberá superar una interminable carrera de obstáculos (empezando por la oposición generalmente de la madre de sus hijos, y/o del ministerio fiscal y del juez) e incluso será acusado de maltratador y de que, con el pretexto de la Custodia Compartida, lo único a lo que aspira es a seguir victimizando a su ex mujer y a sus hijos… Si por el contrario -que suele ser lo más normal y corriente- a un padre se le disuade de seguir participando en la educación y el cuidado de sus hijos, se le expulsa de la vida cotidiana de los menores, y no ofrece resistencia de clase alguna frente al actual sistema legal, se le tachará de irracional egoísta, perverso, mal padre… y si además se le condena -cosa frecuente- a una situación de miseria, hasta el extremo de convertirse en un mendigo o un indigente, y ni siquiera poder abonar la pensión de manutención de los hijos habidos durante el matrimonio, será severamente castigado hasta extremos inconcebibles y con extrema crueldad, llegándose a la privación de libertad. Por el contrario, si una mujer adopta una actitud claramente obstruccionista, encaminada a boicotear las estancias y la comunicación entre los hijos y el padre, y la familia extensa del padre, gozará de una casi total impunidad e inmunidad, o será tratada con absoluta benevolencia por parte del sistema judicial. El poder de los juzgados de familia es casi ilimitado, la Constitución Española de 1978 está ausente de los pleitos por disputas domésticas. Si un padre comparece ante los juzgados, verá sometidos a investigación y controlados por parte del tribunal y considerados como dudosos, sospechosos no se sabe de qué… sus movimientos, costumbres y hábitos personales, relaciones con amigos, con familiares, compañeros de trabajo… y la comunicación y las estancias con sus hijos; da igual que no haya cometido delito de clase alguna. E incluso, sin causa justificada, el tribunal podrá someter a tutela y vigilancia los encuentros que tenga con sus hijos en los llamados "puntos de encuentro familiar", lugares en los que el padre y los hijos serán observados, escuchados y en los que, incluso, se elaborarán informes que serán determinantes para las futuras estancias y comunicaciones con sus hijos. Medidas todas ellas absolutamente ilegales. También es posible que sea obligado a pasar un examen de los llamados Equipos Técnicos Psicosociales (Equipos "fantasmas" de los que nadie sabe nada, o no quiere saber, y respecto de los que no existe norma legal que los cree, los regule, y en los que no existe ninguna clase de protocolo) sin garantías legales de clase alguna. A partir de entonces, el padre no tendrá ni voz ni voto respecto de dónde residirán sus hijos en adelante, el colegio al que acudan, la formación moral o religiosa que reciban, su salud, sus visitas al médico, y un largo etc. Se le privará de información del centro de estudios de sus hijos, o del centro de salud, cuando lo solicite. E incluso se le indicará a qué lugares, o servicios religiosos, o espectáculos, podrá asistir con sus hijos en el tiempo de estancias que le otorguen, a las que denominan visitas (recuérdese que en España solamente tienen regímenes de visitas los presos y los hijos de padres separados). Por supuesto, el padre divorciado no podrá pedir cuentas respecto del destino que la madre le dé al dinero que entregue, supuestamente para la manutención de sus hijos (pensión por alimentos en la jerga judicial). Los políticos profesionales, los jueces y los fiscales, dan por supuesto que la madre es quien tiene el buen criterio, sabe lo que mejor conviene a los menores y, como consecuencia, debe ser la que administre en exclusiva. La presunción de culpabilidad también estará presente cuando la mujer alegue que ha habido violencia doméstica, maltrato psíquico, e incluso abuso de menores, en el proceso en el que se dilucide la guarda y custodia de los hijos, y las disputas por causa del patrimonio acumulado durante la convivencia marital. El tribunal decidirá restringir el contacto del padre con sus hijos, dictará órdenes de alejamiento, en la mayor parte de los casos sin evidencias o indicios de ninguna clase. Nunca ha habido situaciones comparables, salvo que nos traslademos en el tiempo a las prácticas de regímenes totalitarios, como los de la Alemania hitleriana o la Rusia estalinista… o en tiempos más cercanos, en el régimen de apartheid sudafricano. 19 de marzo, día del padre ¿De qué padre? Carlos Aurelio