Sr. Director:

El objeto de esta carta no es otro que recordar una efeméride. Recientemente, el 22 de abril, aunque del año 1451, vino al mundo, en Madrigal de las Altas Torres, Isabel de Trastámara, la Reina Católica (Su Santidad, Alejandro VI, le concedió este título en 1496).

Desgraciadamente, el olvido y la adulteración de nuestro propio pasado (en clave ideológica) han provocado que aquellos personajes paradigmáticos de la historia de nuestra Nación (y en este caso, también de nuestra Fe), hayan quedado postergados o, en el peor de los casos, degradados a un estatus que no les corresponde. Mientras que otros "héroes" son elevados a los altares, a aquellos a quienes, por sus virtudes y méritos, les correspondería ser ensalzados, son maltratados y, además, su legado pretende ser oscurecido. Aunque es cierto que, sus sombras y desaciertos son patentes (como los de todos nosotros), no debemos permitir que se invalide la labor evangelizadora allende los mares y pacificadora en los reinos peninsulares que esta extraordinaria mujer (Sierva de Dios, nada menos) inició y llevó a cabo.