Sr. Director:

En estos tiempos en los que sabihondos historiadores negacionistas, incluido algún que otro asturiano, pretenden ignorar, cuestionar o relativizar los grandes acontecimientos históricos, que han hecho posible Asturias y España, Luis Enrique ha hecho una declaración orgullosa de sus orígenes gijoneses y asturianos y con la seguridad un poco cachonda que le caracteriza, como buen gijonés, ha formulado a los periodistas una pregunta nada retórica directa y contundente: “¿Os suena don Pelayo?”. Pregunta muy pertinente y oportuna porque la ignorancia sobre la vida y obra del primer caudillo español y cristiano que se levantó contra lo opresión ominosa islámica en Covadonga es patética por casi total. Se están celebrando en Asturias con más fervor popular que nunca y menos entusiasmo institucional, excepto por parte de la Iglesia católica, los mil trescientos años de la Monarquía asturiana: el centenario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de Covadonga, quien brilla en alturas más bella que el sol y es Madre y Reina. El pensamiento único de laicismo sectario está dominado por la eclesiofobia más impertinente y recalcitrante. La última moda de toda la patulea progre desde el gobierno de la nación hasta el último canal televisivo progre es mofarse de la Iglesia de sus fieles instituciones y edificios sagrados con profanaciones.

Como gijoneses, Luis Enrique durante su niñez, adolescencia y juventud ha visto innumerables veces la estatua guerrera y victoriosa del primer rey asturiano, que luce esbelto en la popular Plaza del Marqués, uno de los corazones más representativo de la Villa de Gijón. 

El autor del drama Pelayo (Muerte de Menuza), nuestro prócer más universal, Melchor Gaspar de Jovellanos, nos lo presenta como parece intuirlo Luis Enrique en su pregunta a los chicos de la prensa a los chicos porque para el flamante seleccionador nacional Don Pelayo es como lo pinta Jovellanos, la esencia del asturiano intrépido y valiente. Para Jovellanos la misión histórica de Pelayo está perfectamente reflejada pues nos presenta Pelayo en función de los ideales de la España de Carlos III, es un rebelde contra la tiranía de Munuza; es garante de la estabilidad de la corona y de los valores patrióticos. Con la actuación de Pelayo en Covadonga, según Jovellanos, se abre un futuro para España y Europa: el caudillo asturiano habría salvado por más de mil años sus tronos y sus coronas a augustos soberanos de la Cristiandad.