Ahora no hay más remedio que mirar hacia delante, asegurar el pleno funcionamiento de los servicios sanitarios y prepararnos para una crisis económica que debe servir para que el Gobierno, la oposición y los agentes sociales, concierten un gran pacto nacional. Esta situación de emergencia ha dejado bien claro que no son tiempos para gobernar desde prejuicios ideológicos excluyentes. Ha llegado el la hora de admitir la realidad sin engaños ni oportunismos políticos. Lo mismo que el virus no ha excluido a nadie, la búsqueda del bien común debe ser tarea de toda la sociedad, sin anteojeras sectarias. Tenemos la experiencia del espíritu de consenso que prevaleció en la transición a la democracia, que hizo posible la Constitución. Esa debe ser una de las muchas lecciones que nos deje el coronavirus.