Sr. Director:

Lo malo no es que un hijo de papá millonario se cambie el apellido y se la monte de obrero y «artista» rapero, para poder ensalzar a los terroristas del tiro en la nuca e incitar al odio criminal bajo la excusa de la libertad de expresión, y que le defiendan personajes como Serrat, Almodóvar y Javier Bardem...

Lo malo no es volver a comprobar que existen grupos de niñatos perfectamente organizados para movilizarse incendiando las calles y el mobiliario urbano, saqueando comercios y atacando violentamente a la policía... 

Lo malo no es que el Ministro del Interior haya permanecido callado y oculto sin dar la cara hasta muy última hora... 

Aún siendo muy malo lo anterior, lo peor es que todo ello se perpetre desde la connivencia con miembros del propio Gobierno de España, ya sea a través del aliento directo al pijo rapero y sus sectarios energúmenos, o mediante el apoyo indirecto a través del retraso en condenar sus criminales actuaciones. Esta miserable y cómplice actitud constituye algo inédito en un Gobierno español. 

Y si además añadimos que, coincidiendo con tales hechos, el vicepresidente Iglesias reclama «elementos de control democrático» sobre los medios de comunicación (con el alcance que esos términos adquieren en boca de un neocomunista) no es arriesgado conjeturar que o nos espabilamos o llevamos camino de irnos al guano bolivariano.