Sr. Director: Apenas confirmarse el fichaje del magnífico futbolista brasileño por su nuevo club parisino-catarí, rápidamente declaraba que su marcha del Barcelona no era por dinero; sino que aceptando nuevos retos "ha sido lo que me ha pedido el corazón; es lo que Dios me ha pedido". Declaraciones no muy diferentes a las de otros selectos jugadores que hoy están aquí y mañana allí, siempre que allí paguen mejor que aquí; o eso podríamos pensar. Pero no es así: porque ninguno reconoce que el dinero sea el determinante de sus fichajes, y hasta resulta conmovedor comprobar que la razón que mayor peso adquiere en estos deportistas profesionales para decidir sus cambios, al final sea una motivación sentimental y hasta espiritual. ¿El dinero? Lo de menos. Y este ascetismo adquiere especial valor tratándose de un trabajo tan 'desagradable', 'anónimo' e 'ingratamente reconocido' por el público como es la práctica del fútbol de élite. ¿Cómo negarles a unos profesionales de tan elevados sentimientos, la adhesión, entrega y fanatismo que les profesan los seguidores de los clubes donde juegan; capaces éstos de gastarse hasta lo que no tienen por arropar y acompañar a sus ídolos? Unos ídolos que besan el escudo del equipo donde juegan con tan 'sincera pasión', como la que repentinamente se les despierta por un nuevo club, si éste les ofrece un poco más de "corazón" que el anterior. Miguel Ángel Loma