Sr. Director: A partir de la década de los ochenta, especialmente en este país, surge una nueva preocupación para los padres de hijos adolescentes: el riesgo de que estos últimos se conviertan en consumistas de alcohol. En los primeros años, lo que más alarmó a los padres fueron los titulares de los medios de comunicación tras cada fin de semana: "Un adolescente muere en accidente de tráfico. Conducía en estado de embriaguez"; "Joven hospitalizado de urgencia por coma etílico"; "Tres heridos por arma blanca en una pelea cuando bebían en el botellón". Cada año que pasa se adelanta algo más la edad en la que los adolescentes se inician en el consumo habitual de bebidas alcohólicas. El riesgo de llegar a ser alcohólico es mayor cuanto menor es la edad en la que comienza el consumo. Para comprender la gravedad de este fenómeno suelen ayudar más los testimonios reales de adolescentes adictos al alcohol que las estadísticas. Por ejemplo, el siguiente: "Necesito beber. Me preocupa mucho sentirme dependiente del alcohol. Nada he podido hacer por detenerme desde que me inicié a los 16 años para desinhibirme y afrontar mi timidez. Ahora tengo 25 y conozco los efectos letales que este odioso líquido causa en mi cerebro, y, aun así, continuo asesinándome paso a paso. He perdido el control sobre mí misma. La mayoría de los adolescentes de mi edad bebe como si se tratara de un ritual. Por supuesto, mis padres no saben nada". Domingo Martínez