Sr. Director: Pese a que tras la masacre de Las Ramblas, la consigna oficial para tranquilizarnos (y más aún, al turismo) parece ser la de que no tenemos miedo porque aquí no pasa nada, no cabe ocultar que una corriente de inquietud invade muchas conciencias: demasiados interrogantes, despachados con respuestas poco creíbles. Y conforme pasa el tiempo y vamos conociendo más datos, lo que al principio se nos vendió como una actuación exitosa de la policía autonómica catalana, se nos desvela ya como una gestión deficiente en no pocos aspectos sustanciales. Y eso, sin referirnos a la desastrosa labor preventiva, desde el control del imán hasta el uso de los bolardos. Como dicen que la política es el arte de lo posible aprovechando las circunstancias, el Gobierno de España debería aprovechar estas desgraciadas circunstancias para adelantarse a los movimientos del contrario. Y por contrario, no sólo cabe incluir a los asesinos enemigos yihadistas, cuyas erráticas actuaciones no resultan fáciles de prever, sino también a los adversarios políticos de España: los separatistas. Porque sería de ingenuos considerar que éstos, expertos en deslealtades, pero siempre audaces, no aprovecharán la tragedia para sacarle partido, como han intentado desde un primer momento, de cara a la galería y a la opinión pública internacional. No se trata de imitar sus mezquinas actuaciones, como la de distinguir entre muertos catalanes y españoles, sino de saber adelantarse con inteligencia y eficacia. Miguel Ángel Loma