Sr. Director: Los grupos ecologistas, desde luego, están haciendo una encomiable labor en defensa del medio ambiente y la fauna, pero muchas veces se pasan de frenada y se olvidan de que durante siglos ese equilibrio ecológico en el medio rural se mantuvo sin que intervinieran ellos, simplemente nuestros abuelos utilizaron el sentido común, la autorregulación y las buenas prácticas. Me estoy refiriendo en concreto a la caza y a la polémica que hay después de alguna decisión de los tribunales. Estos días tenemos el ejemplo de la cazadora Mel Capitán, bloguera de Jaraysedal.es, qu se suicidó en la localidad oscense de Robres. Al conocerse la noticia de su fallecimiento, el muro personal de Facebook de la cazadora se ha llenado de mensajes de pésame, pero también de insultos y vejaciones. "Sería mucho mejor si siguen su ejemplo todos los cazadores y le hacen compañía en el infierno", o "Chao Mel! Has hecho un favor a la naturaleza", son algunos de estos mensajes. Estos colectivos, llevan un tiempo buscando las cosquillas a la Administración para que se prohíba esta actividad, sin darse cuenta de que la selección natural de las especies no impediría, por ejemplo, que la población de corzos y jabalíes aumentara exponencialmente y con ello el daño a cultivos y el riesgo de accidentes, por poner solo dos ejemplos. Además significaría la desaparición de los cotos cinegéticos y con ellos la principal fuente de ingresos que hoy tienen muchos ayuntamientos y juntas vecinales. Sin la caza además desaparecerían armerías, granjas de cría de codornices y de perdices. También la hostelería, porque las partidas de caza, muchas veces llegados de otras provincias, generan ingresos importantes en los bares, restaurantes, hoteles, hostales. Lo que no se puede hacer es pretender acabar con la despoblación del medio rural y a la vez impedir actividades económicas que suponen posibilidades de ingresos y empleo para mucha gente. Se puede conseguir el equilibrio y la sostenibilidad de la fauna y la actividad cinegética, solo hace falta regularla correctamente, pero no prohibiéndola radicalmente. Sería peor el remedio que la enfermedad. Domingo Martínez