Sr. Director: Cuando Martín Lutero, fraile agustino católico apostólico y romano, entrega a la imprenta, sin clavarlas en ninguna puerta, sus opiniones en forma de   tesis sobre las indulgencias  con el fin de analizarlas y opinar sobre su importancia en la vida de la Iglesia  y cómo deben ser enseñadas  a los fieles, ya es un prestigioso profesor que durante años ha enseñado en la universidad de Wittenberg en Saxe. Lutero había ingresado en el convento en 1505, era sacerdote, confesaba a sus parroquianos y predicaba regularmente. Todo siguiendo sus conocimientos teológicos. Los grandes problemas que preocupaban a Lutero como a gran parte de sus contemporáneos católicos  europeo eran: el problema de justificación, de la salvación; cómo comportarse para evitar después de la muerte no solo la condena eterna del   infierno, después de la muerte, sino evitar los tormentos del purgatorio durante mucho tiempo. Es decir cómo escapar de la cólera de Dios y merecer lograr su amor y benevolencia, Después largas y profundas meditaciones sobre los textos bíblicos en 1517, encuentra según  particular y parcial análisis de los textos bíblicos en los que  cree descubrir algo que era doctrina normal en la Iglesia  que la Salvación este en la justicia (misericordia de Dios manifestado en Cristo y no en la  obras de la Ley. Esta doctrina fue la base de la Predicación de San Pablo, para quien por el pecado todo hombre es reo de juicio y sólo puede ser salvado por la base del Kerigma Pasión y Resurrección de Cristo. Esta doctrina fue sistematizada por el gran San Agustín, y era la oficial en la Iglesia Católica, frente a todos los pelagianos que defendían que el hombre se salvaba en parte por sus propios méritos. El problema de Lutero no fue su interpretación de las indulgencias, que era perfectamente católica en un principio, si no sus  rebeldía contra Roma instigada en parte por los príncipes electores alemanes, que vieron en Lutero un líder religioso que podía ayudarles  dinamitar el poder del Joven Emperador Carlos, quien debía de gestionar el Reino de España y el de Imperio Germánico. La famosa dieta del Worms fue donde se fragua la ruptura total de Lutero con Roma  que dura hasta hoy 500 años después  según algunos se puede llevar a cabo un sincretismo teológico. Sin embargo, no se pueden olvidar las serias diferencias que persisten entre luteranos y católicos tan fundamentales como el dogma  eucarístico, le esencia y función de la Iglesia (Papado, Magisterio y Jerarquía) el lugar de la Santísima Virgen en el corazón de la Iglesia. Y algunas otras cuestiones de las que nada se quiere decir, ni tratar por no herir la presunta unión ecuménica. Está bien  ser  amigos de Lutero, pero no  olvidando la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Ciertamente es más lo que une que lo que  separa, pero algunas realidades que separan son también importantes. Una buena manera de llegar a la unión es teniendo la doctrina de Santa Teresa, por algo es doctora de la Iglesia Universal, en este año teresiano 2017. Doctorado que no posee Martín Lutero, por ahora. No faltan quienes prefieren, incluso dentro de la Iglesia Católica a éste y no a aquélla. Fidel García