Sr. Director: Hoy sabemos que, por parte de los cristianos, no habrá guerra de religiones porque nuestra fe no es violenta y va unida a la verdad y a la caridad. Las amables figuras de los Reyes Magos dan testimonio de ello a través de una ciencia humana que les sirvió para descubrir a ese Dios que muchos ven lejano porque no se mueven para buscarlo, mientras otros quieren verle como un competidor de la autonomía del hombre. Sin embargo, como esos Reyes o el autor anónimo del retablo de Covarrubias, los cristianos podemos dar testimonio de Jesús cuando trabajamos con rectitud por el bien del hombre como pedía san Juan Pablo II: "Se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios". Por eso la Epifanía o manifestación de ese Niño como el Dios -con- nosotros es una gran ocasión para decidirse a seguir la estrella, sin conformarse simplemente con mirarla. Bueno sería que después de esa fiesta de Epifanía los adultos intentemos parecernos a los pequeños en la esperanza de los regalos que traen los Magos de Oriente, y tan niños como esos sabios que han buscado con sacrificio la verdad y descubren que Dios no siembra fronteras porque nadie queda excluido del amor de ese Niño nacido en Belén de Judea. D. Madrid