Sr. Director: El Consejo Europeo de finales de febrero pasará a la historia por haber convertido en papel mojado los principios de la Unión. El intento de acomodar al Reino Unido en el club eurocrático se lleva por delante la libertad de circulación de las personas y deja para el desguace el ideal de una Unión política y social. La excepción británica -una más- consistirá en menos derechos para los trabajadores de otros países comunitarios en el Reino Unido, o en una ampliada facultad de veto de Londres frente a cualquier avance de la UE-28 que implique nuevas cesiones de soberanía de los Estados. El "proyecto europeo", esa tierra prometida que, de momento, solo es el paraíso de los burócratas de Bruselas, recibe un nuevo estacazo. Las élites gobernantes siguen empecinadas en una arquitectura institucional faraónica, centralista, desdeñosa con los hábitos democráticos, sin cimientos en los valores de una tradición europea que es mucho más antigua y rica que el jacobinismo francés en el que se inspira la actual Unión. Europa existe desde mucho antes de la Eurocracia de Bruselas. La integración europea la hacen, fundamentalmente, Roma y la Cristiandad a través del Camino de Santiago, las bibliotecas conventuales y las universidades. Esa fue, en gran medida, la visión que de Europa tuvieron los padres fundadores del Tratado de Roma, Schumann, Adenauer, De Gasperi, Churchill, Monnet y otros. J.D. Madrid