Sr. Director: Hace unos días fue noticia que una nueva investigación periodística había desvelado que multimillonarios y multinacionales de todo del mundo han usado complejas estructuras financieras para  mover grandes cantidades de dinero lejos de las autoridades fiscales de sus países de origen. El G20 ya intentó, en el momento en el que estalló la crisis, acordar medidas para hacer frente a la existencia de fórmulas de escape para quienes no quieren tributar o quieren tributar por mucho menos de lo que sería justo. No lo consiguió. No hay razón alguna que justifique la existencia de rincones opacos para escamotear las obligaciones fiscales. El dinero que se deja de pagar es dinero que se les quita a los pobres. La fiscalidad, con todos los errores que pueda tener el uso del dinero que hacen los estados, sirve para distribuir la riqueza. No es cierto que el egoísmo individual o empresarial construya, a través de una mano invisible, el bien común. El bien común necesita redistribución, igualdad de oportunidades y cohesión social. Los papeles que conocemos no hablan del paraíso, sino del infierno de la insolidaridad. J.D. Madrid