Sr. Director:

No me refiero a la obra maestra del siglo XIX, novela del escritor y político Víctor Hugo, con quien coincido en una de sus más humanitarias ideas de las que gozaba, la oposición a la pena de muerte, pena tan machaconamente defendida y aplicada por los politicuchos actuales.

Hay que ser muy miserable para creerse con autoridad para decidir quién debe morir y quién vivir; nuestros nefastos políticos legislan seleccionando aquellos seres humanos que se pueden -y a veces también lo recomiendan con “se deben”- eliminar de nuestra sociedad. ¿Pero quienes son ellos para disponer de la vida de los demás? Solamente deben ocuparse de protegerla.

No puede ser admisible por ninguna mente sana y lúcida, el crimen del aborto; es segar una vida “por narices” y porque ese indefenso niño no tiene capacidad de protegerse. Solamente los políticos despreciables, legislan para permitir ese gran disparate de matar a un ser humano como es el niño concebido.

Pero los miserables van más allá y ahora deciden que también tienen autoridad para decidir qué personas mayores no productivas deben morir para reducir los gastos que provocan a las arcas públicas. Propugnan la eutanasia, adornándola con un envoltorio precioso y así hacer creer que es algo decente y atrayente. A semejante atrocidad la llaman “muerte digna”, ¿hay algo más indigno que matar a alguien?. También al aborto lo llaman “interrupción voluntaria del embarazo”, cuando es un asesinato en toda regla.

¿Lograremos algún día librarnos de estos perversos mandatarios?