La Basílica llamada del Valle de los caidos, es un conjunto monumental bello, espectacular, maravilloso en su concepción y en los elementos arquitectónicos y artísticos que lo componen, pleno de simbolismo religioso y situado en un entorno natural precioso y atractivo para cualquier visitante, que lo conoce por primera vez o vuelve a visitarlo para disfrutar de su vista tanto exterior como interior.

Sabido es que fue una iniciativa del General Franco suscitada no para conmemorar la cruenta Guerra Civil que nos enfrentó a los españoles durante los años 1936-1939 de una forma despiadada y cruel, sino para tratar de lograr la concordia de todos y procurar evitar un nuevo enfrentamiento entre los miembros de un mismo país enel futuro.

Pero en esa guerra como en todas, hubo vencedores y vencidos. Los vencedores que constituian una gran mayoría de católicos que habían sufrido la persecución implacable y enloquecida, sin justificación alguna, la tortura de las checas, y el asesinato cruel sin juicio previo, promovidas por los milicianos, republicanos. socialistas, anarquistas y comunistas, la quema de Iglesias, el robo del oro de la Reserva del Banco de España, la incautación de las Cajas de seguridad privadas de los Bancos, etc. todo ello perpetrado, permitido o alentado por el Gobierno republicano, agrade-cieron a Franco su sublevación a la República, al orden constitucional traicionado por las izquier-das, y su posterior triunfo ante tanta injusticia, expoliación y atentado contra la vida humana de tantas personas inocentes religiosas que no habían actuado en política, y aprobaron la iniciativa del General para construir el Monumento de la Basílica.

Es indudable que el general Franco, salvó a la Iglesia católica en España, la apoyó y favoreció todo lo que pudo y supo, y a los católicos con ella. Que con su gobierno de cerca de 36 años, impulsó la reconstrucción de España, la modernizó, logró que saliera de la pobreza y de la miseria, apoyó también toda clase de mejoras sociales en favor de los trabajadores, de los marginados, de las clases sociales más desfavorecidas.

Durante su mandato, fue un católico en muchos aspectos ejemplar, que procuró el bien para todos sin discriminaciones, persiguió la corrupción, impulsó toda clase de mejoras sociales que no voy a enumerar aquí, tuvo muy buenas intenciones y aciertos en el gobierno de la nación, que a su muerte la dejó desarrollada y preparada para intervenir en la política internacional que tantos disgustos le provocó por el aislamiento al que sometieron a España los paises democráticos durante bastantes años.

No obstante, en mi opinión, en la vida humana no bastan las buenas intenciones y pienso que Franco se equivocó en la construcción de la Basílica, empeñado en albergar bajo la Cruz de Cristo, a los contendientes de los dos bandos, los católicos y los que odiaban a la Iglesia y a todo lo que la representa, sin contar con la opinión de los familiares de estos últimos, cuyos descendientes ahora, con el Presidente socialista Sánchez a la cabeza, están empeñados en exhumar sus restos los del general, que se hallan depositados en el interior de la Basílica custodiada por los monjes benedictinos.

Cuando se construyó la Basílica, Franco no tuvo oposición ninguna, era el vencedor de la batalla y al vencedor no se le puede llevar la contraria. Pero ahora, en pleno siglo XXI en el año 2019, estamos asistiendo a la revancha de los que no se sienten católicos ni cristianos, son los ateos hostiles, los sembradores de odios, los socialistas –aunque no lo sean todos pero si la mayoría- los cuales han empezado a perseguir a todo lo que representa el simbolismo de la Iglesia católica, con saña, apoyados en la fuerza que da el poder, conseguido democráticamente a través del voto de la mayoría de la gente a la que han influido, convencido o seducido.

Efectivamente, desde el punto de vista democrático del gobierno del pueblo, Franco se equivocó también con su modo de gobernar dictatorial, impidiendo la existencia de los partidos políticos, y con ellos, las libertades democráticas de asociación, manifestación y expresión, es decir, impidió desde su puesto de mando supremo en España, el advenimiento de la democracia mientras vivió y ahora lo estamos pagando los cristianos y especialmente los católicos, con la nueva persecución del Gobierno socialista en el Poder.

Como nunca me ha gustado criticar unos hechos o unas actuaciones sin aportar el grano de arena positivo de mi modo de pensar, voy a tratar de expresar una posible solución al conflicto suscitado por el Gobierno del Presidente socialista Sánchez, para llevar a cabo la exhumción que se propone del cadáver del General Franco sin el consentimiento de sus familiares, pero con el apoyo de la Ley de Memoria Histórica, aprobada democráticamente en el Parlamento con la mayoría de votos de los socialistas, comunistas, republicanos y separatistas y por lo tanto plenamente legal, que ha llevado al Tribunal Supremo a aprobar sin dudarlo la exhumación de sus restos y llevarlos, no adonde quiera la familia sino adonde le parezca bien al señor Sánchez.

La solución, para evitar que en el futuro demuelan la gran Cruz cristiana que corona la Basílica y la transformación de ésta, si ganan las próximas elecciones del 10 de noviembre de 2019, podría consistir en acordar, (entre socialistas de buena voluntad y conservadores cristianos) promover otro Monumento donde tuvieran acogida los restos de los republicanos y demás frentepopulistas, cuyos familiares –ellos no pueden opinar- piensan que sus deudos no se encuentran a gusto bajo la Cruz y en el interior de una Basílica cristiana.

Los católicos o pertenecientes al llamado bando nacional se quedarían a gusto donde están, sin necesidad de deconstruir la Basílica cambiándola de finalidad como pretenden hoy algunos izquierdistas más radicales, renunciando éstos a exhumar como revancha los restos del General Franco, sacándolos de su lugar de descanso eterno y dejando por tanto la Basílica como está, salvo la exhumación de los restos de los republicanos caídos que se llevarían, con el debido respeto y consideración que se deben a los muertos, cualquiera que haya sido su vida, a ese hipotético nuevo Monumento funerario.