Sr. Director:

Dicho así, esta frase suena a libertinaje, a barbarie juvenil, a desmadre. Y esto porque pocas personas entienden lo que significa de verdad ser libre. Es sorprendente la cantidad de gente que no entiende lo que significa la libertad.

Es más, hay muchos padres buenos, que procuran educar bien a sus hijos, maestros que procuran enseñar bien a sus alumnos y que sin duda en algún momento les han dicho: libres sí, vale, pero todo tiene un límite. Y Victor Frankl, que sabía mucho del sentido de la vida -quien no ha leído “El hombre en busca de sentido”- sugería que, en paralelo a la estatua de la libertad de Manhattan, debería haber una estatua a la responsabilidad en la costa este.

Si entendemos bien lo que es la libertad, nos daremos cuenta de que el concepto de responsabilidad o de límites está ya en la propia definición, porque la libertad -la libertas de que habla san Agustín- es la capacidad de dirigirme hacia el sentido último de mi vida, que es la unión con Dios en la eternidad. San Agustín dirá que es el efectivo dominio de los propios actos para ordenarlos al bien de la persona. No es exactamente lo mismo que el libre arbitrio o capacidad de elegir, del que disfruta cualquier persona sin más problemas.

Pero hay que tener muy presente que si elijo modos de hacer contrarios al sentido de mi vida, estoy cayendo en esclavitudes. Por lo tanto, lo que es importante es saber detectar las cosas que me son perniciosas. Esto o lo otro me hace daño, no me deja avanzar por el camino de mi vida. Hay que limitar las esclavitudes. Pero la libertad no tiene límites. La libertas auténtica cuanto más grande mejor. A esa libertad no se le puede poner límites. No hay que tener miedo a la libertad, y el sentido de responsabilidad está dentro de esa libertad verdadera.