Sr. Director:

La  fiesta litúrgica del mártir San Lorenzo, en Gijón, tiene un especial significación no sólo por las aguas de su esplendorosas playas, objeto anual de protestas laicistas, que no laicas, sino también por un rincón de ella conocido como el tostadero, nada que ver con la parrilla en la que fue quemado vivo el gran diácono romano San Lorenzo, quien vivía por y para los pobres, viudas y demás menesterosos, a quienes con caridad ardiente atendía y contra quien el duro gobernante romano inventaba toda clase de mentiras para apoderarse de lo que él creía que eran las riquezas de la Iglesia, y no eran sino los pobres, lo que motivo que condenase a ser martirizado a fuego lento sobre un parrilla. La devoción por el diácono mártir se extendió rápidamente por toda la Cristiandad y muy especialmente por España, en donde rara es la provincia, ciudad o pueblo donde no sea celebrada la memoria de San Lorenzo, aunque con más frecuencia de lo deseable se ignora la dimensión religiosa y se celebran jolgorios laicos. En España tiene un especial significado el real Monasterio del Escorial, mandado construir por el gran Felipe II en forma de parrilla. En la parroquia de San Lorenzo de Gijón se puede contemplar un retablo hermoso en el que se representa los misterios de la vida pública de Jesucristo y que preside majestuoso y sereno la estatua de San Lorenzo con palma y parrilla martiriales en ambas manos.

Las noches que siguen a la fiesta de San Lorenzo se puede contemplar uno de los fenómenos atmosféricos más curiosos y fascinantes: el conocido como lágrimas de San Lorenzo. Algunos científicos  tienden a desacralizar y desmitificar todas las grandes verdades que se pueden contemplar en la Creación, para someterlo todo a los paradigmas de las coordenadas  de la astrofísica y matemática, oponiendo el cientifismo a  la Teología, la Ciencia a la Fe como su fueran contrarias y contradictorias. Galileo profundamente creyente y matemático, aunque algunos sigan erre que erre con la leyenda negra, pensaba que había dos caminos para llegar a Dios la Revelación Bíblica y la Creación, en la que se podían descubrir las huellas del Creador como poetiza San Juan  de la Cruz en su Cantico Espiritual. Otros  más paganos hablan de destellos de Perseo. El genio de Agustín de Hipona sentenció con apotegma certero: la Biblia no enseña cómo van los cielos, sino como se va al Cielo.