Sr. Director:

En el siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, se inicia la descomposición de la llamada Modernidad, con lo que esto supone de la crisis profunda que se ha manifestado en la desaparición de los grandes relatos y los grandes sistemas filosóficos: racionalismo idealismo y marxismo nacidos con la ilustración francesa y basados en mito del progreso indefinido que llevaría a la felicidad perpetua de la sociedad sin clases. Con la caída del Muro de Berlín y con los atentados del 11 de septiembre 2001 llevados a cabo por terroristas islamistas de Al Quaeda redujeron a cenizas el World Trade Center de Nueva York en donde estaban las Torres Gemelas, Occidente se quedó huérfano de filosofía y de relatos para analizar el sentido de los acontecimientos. Comenzaba una forma nueva de ver al hombre y a la sociedad, que se ha materializada en lo que genéricamente se denomina postmodernidad, en la que el pensamiento débil ya no es capaz de establecer ningún relato coherente y con sentido. Se trata de un pensamiento que cuestiona todo, no admite la verdad ni fuera, ni dentro del hombre y proclama el nihilismo moral y el relativismo intelectual (ni bien ni verdad) como pensamiento único y políticamente correcto. Es el triunfo de la postverdad porque, como decía el padre ideológico de la postmodernidad Nietzsche, no existen hechos, sino interpretaciones. El único método de análisis de la realidad es la hermenéutica, todo es interpretable pero toda interpretación (lenguaje) es relativa y subjetiva. Este pensamiento postmoderno es el sustento ideológico de la nueva dictadura emergente que es el populismo.

Una de las cuestiones más importantes que está planteando la postmodernidad es la función de la religión en un mundo presuntamente secularizado marcado por el politeísmo y el agnosticismo en que, el fin de la religión, parecía ser una realidad, como habían proclamado el marxismo o el psicoanálisis con sus teorías sobre la experiencia religiosa como neurosis o alienación. Para Gianni Vattimo, el analista más lúcido de la postmodernidad y del pensamiento débil, estas profecías no sólo no se han cumplido, sino todo lo contrario, porque Dios vuelve en tiempos complejos; realmente nunca se ha ido, han sido los hombres que han luchado y siguen queriendo salir del pozo del ateísmo y de la ecclesiofobia tirándose del cabello. Para G. Vattimo ha sido la modernidad fracasada, la que trajo con sus teorías filosóficas (cientifismo positivista, hegelianismo y marxismo, convertidos en sucedáneo de la Religión) los que lucharon hasta la extenuación por arrojar la religión al museo del pasado. Sin embargo, la religión tiene un papel fundamental en los tiempos duros de la postmodernidad, la necesidad de lo religioso en la actualidad está fundamentada en el final de una época dominada por la ciencia y la técnica que no tienen repuestas para los grandes interrogantes actuales. Vattimo no admite, por absurdo y contradictorio, que rechazados los grandes relatos fundados en la metafísica racionalista idealista o materialista, se pretenda construirlos sobre el mito científico técnico. Vattimo se considera filósofo hermenéutico porque es cristiano, encuentra una imagen de Dios en la fe en lo que llama creer que se cree (esperar creer) por eso sigue dialogando con el cristianismo en tiempos postmodernos. Para él, Jesús es la única norma ética basada en el amor. Los valores cristianos han sido, para él, las raíces que más han contribuido a una cultura de la no violencia, de la democracia y de la libertad. Esto significa el mentís más autorizado tanto para neoliberalismo secularista y laicista, como materialismo ateo social comunista. El liberalismo europeo con su apuesta decidida y confusa por el relativismo ético y el multiculturalismo está haciendo inviable la Unión Europea: mientras no queden claros los valores fundamentales que conforman la esencia de Europa es imposible la integración de los emigrantes, que deben aceptar los derechos humanos fundamentales que son la base de la UE. Los musulmanes, ni los judíos, ni los miembros de otras religiones pueden darse por ofendidos por las raíces cristianas, sino como escribe el gran pensador Marcelo Pera, es el laicismo fundamentalista europeo del pensamiento único quien niega las raíces cristianas de Europa y pretende construir una sociedad europea absolutamente sin Dios.