Sr. Director: Con la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, que cubierto de llagas estaba a la espera de las migajas (el Papa Francisco nos ha  querido alumbrar el camino cuaresmal), que sin duda es también una parábola de nuestro mundo de hoy, marcado por el individualismo y la cultura del descarte. Francisco señala que el camino de la felicidad es opuesto al de la corrupción, la doble vida y el servicio al ídolo del dinero. La felicidad, ansiosamente buscada por todos, no se alcanza a través del consumo, del poder o de las ideologías, sino en el encuentro con Aquel que ha puesto en nuestro corazón el deseo de la verdad, de la justicia y de la belleza. El extravío de muchos a la hora de buscar la felicidad se expresa en espectáculos bochornosos como el que ha tenido lugar en Las Palmas con el pretexto del Carnaval. La banalización social de la blasfemia refleja una crisis de fondo que es toda una provocación al verdadero testimonio cristiano. Más allá de la justa indignación debe surgir el deseo de una presencia más intensa y cordial de la vida cristiana en medio de nuestra  ciudad común. Jesús Domingo