Sr. Director: Me quiero referir ahora concretamente a la mala educación en la familia. La mala educación que es ya en sí mismo un problema, pero que en la familia, como en otra cualquier institución o colectivo, crea diversos y serios problemas adyacentes: Por lo tanto es bueno que toda persona reciba una adecuada formación, para que la mala educación no haga que se convierta en un lodazal inmundo o en una cloaca social. Hay muchos lugares en donde, por desgracia, se respira el aire impuro de esta lacra social. Hay un dicho popular, que como tal dicho dice: "En donde hay confianza da asco". Ciertamente no sé si siempre es así, pero en muchos casos sí, y ocasiona situaciones y ambientes desagradables  en donde la convivencia es especialmente difícil. Por lo tanto hay que atacar de lleno esa "confianza" tan peculiar que origina una mala educación desmedida. No todo vale en las relaciones personales y familiares: No todo está permitido en la relación entre los hermanos, ni en la relación entre padres, madres e hijos. El punto primero es que en todo entorno familiar debe de haber un exquisito respeto: Hay que aprender a respetarse. Los padres y las madres tienen que respetar a los hijos y muchas veces no se hace adecuadamente. De este respeto mutuo surgirá  la educación y el aprendizaje por parte de los hijos de esta virtud o valor educativo y de todo un mundo de valores fascinantes. La familia ha de ser la primera escuela de formación integral de la persona: Lo que los niños, desde muy pequeños, no aprenden en su casa, no lo aprenderán nunca, y si lo aprenden no será con la misma naturalidad y autenticidad. En el hogar la comunicación ha de ser delicada, con cariño y afecto. Huir de las voces, de los malos modales, de la agresividad verbal y de conductas, del desprecio mutuo, de la arrogancia, de la mentira… Tampoco podemos estar todo el día quejándonos o protestando de todo: En ocasiones en los hogares se crea mal ambiente, por cuestiones a veces sin importancia, pero que dan lugar a un ambiente tenso y desapacible en donde prolifera la ansiedad o el nerviosismo. En estos ambientes un tanto caldeados no hay comprensión, tampoco acuerdos, ni puestas en común y esto origina una convivencia un tanto anárquica que en muchas ocasiones acabará en: Discordias y en salidas de tono. Asimismo en bajos resultados académicos o profesionales. Y en posibles comportamientos, fuera del hogar, inadecuados e incluso inaceptables: Drogas, alcohol, bandas peligrosas, delincuencia… Todo este caos originará que la educación de los hijos sea inexistente o pésima con las negativas consecuencias que ello trae consigo. Por lo tanto aprendamos el lenguaje de la amabilidad, de la cordura, de la sencillez: Utilicemos el lenguaje de la ternura y del diálogo afable y cordial. Y huyamos de la insociable y rastrera basura dialéctica. Huyamos del lenguaje del insulto y del desprecio. Y  huyamos del lenguaje soez y mezquino. Rafael Gutiérrez