Sr. Director: Buena parte de los medios de comunicación internacionales se rasgaban las vestiduras los días pasados ante el éxito de las manifestaciones populistas en Polonia. Menos mal que algunos han reaccionado también contras los propios nacionalismos, de signos diversos: la experiencia histórica muestra que la magnificación de las identidades patrias acaba oprimiendo la libertad, aunque no llegue a los extremos racistas de Hitler. No entro en el actual debate español sobre Cataluña, pero me parece evidente que las libertades formales fueron forzadas en la aprobación parlamentaria de los proyectos que han dado lugar a una penosa situación para el conjunto. En otro orden de cosas, se abre paso en la opinión la idea de hackers difusores de rumores y falsas noticias en el contexto de elecciones recientes en diversos países del mundo. Y se pide la intervención de los gobiernos para poner coto a esa indeseable influencia. Pero no se sabe cómo evitar delitos informáticos si no es limitando la libertad de acceso a las redes sociales a través de nuevos controles jurídicos, difíciles por otra parte de aplicar, como señala la experiencia. El riesgo, también en ese campo, es que se invierta la presunción de inocencia, y se obligue a los posibles inculpados a demostrarla, algo francamente difícil, si no imposible. Desde luego, es una solución retrógrada: en el caso de España, olvida las funestas consecuencias de los procesos de la Inquisición, tribunal suprimido, si no me equivoco, por las Cortes de Cádiz. Suso Madrid