Sr. Director: Al recibir el Premio Carlomagno el Papa Bergoglio ya había dibujado el trazo de una Europa asustadiza, reticente y cansada, algo que no parece exagerado tras el fracaso en la crisis de los refugiados, el triunfo del Brexit y la amenaza de los populismos. En esta ocasión ha preferido señalar algunas vías para superar ese empantanamiento, para recuperar la esperanza que era tan viva hace seis décadas. Europa puede recuperar la esperanza si coloca de nuevo al hombre en el corazón de las instituciones, desechando la burocratización y la uniformidad que tanto daño han causado. Francisco ha recomendado la práctica de la solidaridad y de la subsidiariedad como el mejor antídoto contra los populismos. La unidad que pensaron los padres fundadores de Europa no anula las peculiaridades, sino que consiste en la armonía de una comunidad en la que se ponen en común los recursos y los talentos de cada uno. Importante, por el desafío que implica, ha sido la invitación a que Europa no se encierre en falsas seguridades. El miedo que provoca esa cerrazón tiene su raíz en la pérdida de sus propios ideales. Frente a esa actitud ha recordado que la cultura europea ha estado marcada por la apertura a lo eterno y por la pregunta sobre el sentido de la existencia, y que siempre se ha enriquecido en el encuentro, a veces dramático, con otras culturas. Francisco ha pedido también a los líderes europeos que se impliquen en la consecución del desarrollo y la paz en el mundo, y les ha recordado que para construir el futuro es necesario invertir en la familia, la célula esencial de la sociedad, respetar la conciencia de los ciudadanos y defender la vida con toda su sacralidad. El mejor homenaje del papa argentino al continente del que partieron sus abuelos ha sido proclamar que "Europa tiene un patrimonio moral y espiritual único en el mundo, que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo". Jesús Domingo