En el primer, ordinario pleno del flamante Ayuntamiento, entró en desazón la Alcaldesa, trabucándose la lengua, confundiendo los pensamientos. ¡Ay, Carmena! ¡Ay, Carmena! Que dominar a esa tropa te va a provocar desazones, disgustos y otras penas, siendo como eres abuela. Y esos nietos son rebeldes, deslenguados y enseñatetas.   ¡Ay, Carmena! ¡Ay, Carmena! Que no es lo que tú creías que es fácil ser alcaldesa. Y si no quieres desazones, disgustos y otras penas; lo que iniciaste con ilusión, ¿que mejor hacer puedes, que presentar la dimisión?  J. R. Pablos