Sr. Director:

Que a estas alturas de la historia goce el comunismo de tan buena fama y prensa, resulta un cruel e irracional sarcasmo. Da igual que todas las variadas aplicaciones de sus teorías hayan desembocado en similares regímenes criminales y liberticidas causando más de cien millones de muertos. Da igual todos sus muros de vergüenza levantados para evitar que sus «beneficiados» escapen de sus «paraísos» de miseria. Da igual todo. Porque si alguien se presenta como comunista o acredita haberlo sido, merecerá el más exquisito respeto político y quedará bendecido para ocupar cualquier cargo de lo más humanitario. Gran culpa de esta injusta buena fama se la deben, además de a los llamados tontos útiles, a no pocos intelectuales y personajes del mundo de la farándula, siempre tan comprensivos con el comunismo, aunque a la vez tan distantes en la práctica de sus ideas. Pero las proclamas de reconciliación que lanzan los comunistas, sólo son caballos de Troya para acceder a las fortalezas de los países que les han padecido. Y como es una ideología de resentidos, ni siquiera respetan los huesos de quienes les combatieron. De ahí el empeño en acabar con la memoria y la tumba del único general que en Europa les venció.