Sr. Director: Cada vez que escucho a líderes políticos o eclesiales hablar de cómo van las cosas, en la sociedad o en la Iglesia, me viene a la cabeza esta doble sugerencia: -Señores políticos: harían muy bien en hablarnos de por qué es muy conveniente para todos circular por las aceras con atención y respeto a los demás. No es ninguna tontería, no es algo antiguo. Es salir al paso de muchos comportamientos hoy en boga que tienen un denominador común: sólo existo yo, sólo paseo o circulo yo, los demás no existen. Es decir, el acta de defunción de la mera posibilidad de una vida en sociedad. -Señores eclesiásticos: harían ustedes muy bien si trabajasen en serio para restaurar el silencio en el interior de los templos. Hoy es casi imposible estar en silencio en el interior de una iglesia, tanto por los constantes bisbiseos de los feligreses como por las frecuentes faltas de respeto de quienes sólo acuden a ella con ocasión de bodas, funerales, etc. Y esto tampoco es una tontería ni un residuo del pasado. En el silencio en la Iglesia está implícito el respeto a la Divinidad de Jesucristo, presente sacramentalmente en el Sagrario. Lo que peligra es el carácter sagrado del lugar. Así que ya saben: antes que programas electorales o planes pastorales enfréntense a algo aparentemente pequeño y bien tangible. Den la medida de sus cualidades para mejorar la sociedad civil y la religiosa: hagan transitables las aceras y permitan que pueda rezarse en silencio dentro de las iglesias. Ángeles Lafuente