Sr. Director:

El 19 de mayo fueron muchos los que estuvieron pendientes del televisor, por la boda del Príncipe Harry con Meghan Markle. A bastantes  mujeres, les llamó la atención el pudoroso vestido de la novia, un sencillo pero muy elegante Givenchy en crêpe de seda.

Cuando el hombre y la mujer se casan, forman una comunidad de vida y amor, cuyo mejor regalo, además de la riqueza que son los hijos, es el don de sí, la dádiva que supone el uno para el otro, aún teniendo en cuenta que nadie es perfecto. 

En la Iglesia, el matrimonio está elevado a la dignidad de sacramento,“ sacramento grande”. El  Papa Francisco, al matrimonio y la familia los identifica como  la “alegría del amor”. Es lo más hermoso que Dios ha creado. Dice el Papa: "la familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza".

Los esposos cristianos cuentan con la presencia de Cristo entre ellos. Por eso, yo no entiendo mucho que una pareja cristiana que dice quererse, no quiera casarse pero se junte. En la gracia del sacramento, podemos encontrar fuerzas para vivir el amor y la fidelidad; también, en momentos difíciles: Dios no niega su favor a quien a Él acude. Evoco estos versos: Tu esposa, como parra fecunda,/ en medio de tu casa;/ tus hijos como brotes de olivo,/ alrededor de tu mesa./ Esta es la bendición del hombre/ que teme al Señor”. (Salmo 128).