El Papa, acabada la JMJ en Panamá, sabe que cuenta con la capacidad de soñar de la juventud, pero para que esas ganas de cambiar el mundo no se desfonden a la primera de cambio advierte a los chicos y chicas de la necesidad de estar bien enraizados, sostenidos por sus mayores y sus comunidades. Para hacer de la Iglesia un lugar donde el inconformismo juvenil pueda ser fecundo y creativo, el Papa tiene claro también que es necesario proporcionar una adecuada formación a los jóvenes y acompañarlos, sin paternalismos, en unos años de su vida especialmente intensos, en los que deben tomar decisiones que les marcarán para siempre. Francisco sabe que la Iglesia se la juega hoy en este punto, en todo el mundo, pero más en lugares como Centroamérica, donde la mitad de la población no ha cumplido todavía los 25 años.