Sr. Director:

Lloró por ti, aquel por quien existes,

tu ruina cercana y asolada;

y luego de cenizas resurgiste.

Jerusalén, ciudad maldita, santa;

que no alcanzas la paz terrena

y en un muro tu desgracia lamentan,

llorando y golpeando su cabeza.

Ya no recuerdan, la sangre del justo

que demandaron, que sobre sus hijos

y sobre sus cabezas recayera.

Sangre de aquel, que no reconociste,

y fue por tus profetas anunciado.

Desde entonces en permanente guerra;

causa de desolación y de muerte,

hasta que el Amor vuelva a renacer,

en los que por ti luchan y pelean.