Sr. Director:

Detecto una fuerte presión en Italia para legalizar la maternidad subrogada, tras las últimas sentencias en contra del equivalente a nuestro Tribunal Supremo, en medio de una crisis política y económica de entidad. Tal vez no sea casual plantear en ese contexto los temas bioéticos, que tanta pasión suelen suscitar en la opinión pública.

Lógicamente, la reacción está siendo fuerte, pues esa faceta de la maternidad es quizá la menos compartida en ambientes feministas o en formaciones políticas de izquierda, por lo que tiene de explotación del cuerpo de la mujer. No es preciso aducir argumentos doctrinales de fondo, ni tampoco derivados de criterios teológicos clásicos. No es necesario reiterar la amplitud del movimiento que trata de abrir el camino a una convención internacional en línea de la que en su momento prohibió todo tipo de tortura. La presencia de tantos y tan grandes intereses económicos debería evitar caer en posibles trampas, incluso a personas de buena voluntad no necesariamente expertas en las dinámicas de la comunicación.

También la bioética está de plena actualidad en Francia, caracterizada desde siempre a mi entender por un gran rigor científico y social en cuestiones relacionadas con la vida humana. Como se comprobó en el primer semestre de 2018, también la sociedad civil está muy implicada en los debates, que no dejan indiferente a nadie. De hecho, el ejecutivo no cumplió el plazo para presentar a las cámaras legislativas la prevista actualización de las leyes sobre bioética. Se anuncia ahora, con un tema especialmente discutido: la apertura a todos –no sólo a matrimonios con problemas de infertilidad- de la asistencia médica para la procreación.