Sr. Director

Dice usted que a pesar de las declaraciones del señor Abascal a Federico Jimenez Losantos, va a votar a Vox. Pues yo no. Iba a votarles, pero ahora, después de esas declaraciones, no les votaré. Y no lo haré porque soy católico y quiero un partido que defienda, no los principios católicos sino sencillamente lo que defiende la Iglesia católica: la ley natural, que por ser natural no es propiedad de la Iglesia Católica sino universal. Lo que ocurre es que se la identifica con la Iglesia Católica porque es la única que la defiende en su totalidad. Es una pena que Vox comience por su presidente a dar cabida a la incoherencia. Eso es lo que lo convertirá en un partido más. Un partido que comenzó con muy buenas intenciones pero que acabará como todos los demás perdiendo su identidad y los principios que decía defender. Si de entrada ya se cuestiona el primero y más fundamental de los derechos, el derecho a la vida humana. ¿De qué me sirve que se defiendan o se enarbole la bandera de cualquiera otros: defensa de la unidad nacional, seguridad ciudadana frente a la inmigración ilegal, defensa de la propiedad privada, derecho de los padres a la educación de sus hijos, etc. Si se niega el principal derecho a la vida o se ponen condiciones de modo que en "algunos casos», como la violación, se puede permitir matar a un ser humano inocente, resultará que la defensa de todo los demás derechos ya está viciada y carente de fundamento. Y si además no se defiende el matrimonio así como la familia y el derecho de los niños a un padre y una madre… para qué quiero a Vox. Y como católico tengo muy claros los principios no negociables expresados por Benedicto XVI. Los dos primeros de los cuatro no defendidos sin ambages por Vox, el derecho a la vida desde la concepción a la muerte natural y la defensa de la familia fundada sobre el matrimonio de un hombre con una mujer. Por supuesto, respeto la decisión de cristianos que decidan apoyar a Vox, pero yo como católico no puedo en conciencia apoyar a quienes transigen y negocian con los dos primeros principios negociables de la ley natural.

Votarles sería entrar otra vez en el engaño del mal menor. Y eso no es coherente ni una actitud católica. Otra cosa sería, como dice Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae que un parlamentario católico pueda votar a favor de una ley más restrictiva con relación al aborto, pero siempre dejando claro y de forma pública que no acepta el aborto en ninguna situación y que si apoya esa ley lo hace porque es más restrictiva aún cuando él hará todo lo posible para que se apruebe una ley que lo prohiba siempre. Y también es defendible que el delito gravísimo del aborto, que debe de estar siempre penado, contemple atenuantes en diversas situaciones a la hora de imponer las diversas penas. 

Para mi es una gran decepción, pero como católico, por coherencia y en conciencia no votaré a Vox ni a ningún otro partido que no defienda sin excusas y con motivos electoralistas los principios no negociables. Si todos los católicos transmitiéramos a los políticos que sin el respeto a esos cuatro principios no les apoyaremos con nuestro voto, otro gallo cantaría.