Sr. Director:

La tentación humana de la murmuración adquiere especial protagonismo en nuestra época, marcada por esa forma de mentira que denominamos pos-verdad, agigantada a su vez por la facilidad para hablar y opinar sobre todo y sobre todos en las redes sociales. El Papa Francisco ha insistido en numerosas ocasiones a lo largo de su pontificado acerca de la importancia de cuidar el lenguaje en el trato con los demás y de evitar el pernicioso chismorreo, que tanto daño hace, también dentro de la propia Iglesia. El primer domingo de septiembre insistía en ello y nos recordaba que, ante el que se equivoca, el camino no es el de la humillación, sino el de la corrección fraterna. Si no, corremos el peligro de expandir la murmuración como una auténtica peste y con ello de hacernos un enorme daño a nosotros mismos y a los demás.