Sr. Director: Hay vida, y vida humana personal en el óvulo fecundado que anida en la madre. Y se destroza una vida humana (horrible crueldad) al destruirle. No es parte del cuerpo de la madre: es un ser humano distinto. Como los ancianos, como los minusválidos, los discapacitados psíquicos, los incurables, los "antisociales", todos aquellos a los que la permisión del aborto pone en la lista de los futuros condenados, porque no se les va a considerar personas humanas con derecho a la vida, sino partes molestas de una sociedad que no les considera "productivos". No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria -contra todo lo que se diga- que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho. Y más aún, que se deje que la derecha monopolice hipócritamente la oposición al mismo. Rechazamos esa postura vergonzosa, de la que la izquierda, en la medida que han avanzado los conocimientos de la embriología, tiene que liberarse. No sólo somos izquierda y rechazamos el aborto, sino que lo rechazamos precisamente por serlo. La vida humana es un valor supremo desde la concepción hasta la muerte natural. Y a partir de esta afirmación tenemos que desarrollar una acción decidida contra el hecho real del aborto combatiendo las causas, ayudando eficazmente a las familias, asistiendo legal y socialmente a la madre soltera, tanto a la que desee quedarse con su hijo como a la que quiera darlo en adopción. El aborto es un odioso acto de violencia realizado contra los no nacidos y contra las madres. La izquierda debe hacer que el vientre de la madre sea el lugar que la naturaleza ha hecho que sea: el lugar más protegido. Y que la sociedad entera lo sea también, para la madre y para los niños, antes y después de nacer. Juan García