Sr. Director:

Un amigo suele decir que si le quieren felicitar las Navidades, que lo hagan con una ilustración referente al Nacimiento de Jesús… que si lo van a hacer con bolitas de cristal, o copos de nieve de luces azules, entonces que le feliciten el invierno, o el solsticio correspondiente, o la paga extra. A mí no me tiene que convencer. Hace mucho que lo tengo claro: toda nuestra cultura, nuestra ética, nuestra identidad, incluso áreas tan dispares como el derecho internacional, o la educación universitaria… todo viene del cristianismo. La influencia del Occidente judeo-cristiano en la historia de la Humanidad ha sido enorme. El mundo entero cuenta los años a partir de aquel Nacimiento. Por cierto que los Evangelios dicen que Jesús nació siendo Herodes el Grande rey de Judea, y Herodes murió en el 4 AC… Eso, claro, nos llevaría a una interesante consideración de los fascinantes orígenes del cristianismo y de su realidad histórica. Para otro día.

Este año traigo a estas páginas La Adoración de los Magos de Ippolito Scarsella (1550-1620), pintor manierista de Ferrara, cuadro que vimos en septiembre en los Museos Capitolinos de Roma, donde fuimos a visitar la vecina exposición sobre el emperador Trajano. Como siempre, me encanta la tradicional asociación de la Navidad con la música… ahí están esos ángeles en el cielo, cantando con acompañamiento de instrumentos de cuerda y hasta de un órgano.

El Manierismo fue la cuesta abajo del Renacimiento, camino del Barroco, un cambio inevitable cuando alguien tan importante como Tintoretto llegó a decir que él “quería dibujar como Miguel Ángel y usar el color como Tiziano”. A mí me gusta en particular la sinuosa y complicada composición, y la oscuridad que envuelve el misterio a pesar de la luz que se abre paso entre las nubes. Scarsellino, como le llamaban (porque era hijo de otro pintor con su nombre) amontona las figuras en un rincón, como si los magos protagonistas hubieran perdido las formas ante la maravilla que se anunciaba ante sus ojos. Algo de ese alboroto vivimos y celebramos todos en la Navidad.

Vuelvo a casa en estos días, después de hacer la compra en el supermercado, y no puedo resistir sentirme agradecido por vivir los tiempos que me han tocado… ¡Qué abundancia de productos, qué calidad, y cada vez más de nosotros podemos permitirnos comprarlos! ¡Qué distancia desde aquel pesebre, tan precario! Los economistas extrapolan los datos de ingresos de los casi 7.500 millones de humanos, y calculan que habremos eliminado la pobreza (tal y como la hemos definido en estas últimas décadas) para 2040… espero verlo. Mientras, la mal llamada “corrección política” nos invade y quiere mantener una “equidistancia” entre los creyentes y los otros. Los creyentes les llevan ventaja. Por cierto, que también elimina de los museos marcar las fechas como “AC o DC”, “antes o después de Cristo”, y lo reemplaza con “dnE”, “de nuestra Era”… como si por ello la era dejara de ser cristiana. No son más tontos porque entrenan poco.

Leo de los factores que afectan a la longevidad, y los dos primeros son mantener una comunicación natural con los muchos desconocidos que cruzan nuestra vida y tener un círculo armonioso de familia y amigos… por delante de genes, salud y dieta. Tampoco a mí me tienen que convencer de eso. Así pues, pegad la hebra con todo quisque en esta Navidad y compartid vuestro amor con los cercanos. Eso os traerá un 2019 luminoso y feliz a vosotros, y a ellos. Alborotad la escena.