Sr. Director:

Para mí, es motivo de paz y alegría haber cuidado personalmente a mi madre en mi casa hasta su óbito natural. Casi veinte años la tuve conmigo. Yo creo que cuando alguien, enfermo o sano, se siente apoyado, querido y valorado, no es normal que se desee la muerte. ¡Trágica…, la matanza de ancianos o de enfermos!

Empiezan por la despenalización en casos estremecedores, hasta convertir, el homicidio, en imperativo legal (conocidos son los casos de los niños británicos Charlie Gard y de Alfie Evans). Tanto la eutanasia como el aborto son exponentes de la degradación moral de políticos y del pueblo que se acostumbra y lo consiente.

Parece que se está despertando la conciencia del error de leyes de eutanasia. En California, la Justicia ha anulado esa ley, que ya estaba en funcionamiento, y, en Finlandia, la ha rechazado el Parlamento por 128 votos contra 60. En España, la proposición socialista de la eutanasia ha sido rechazada en el Congreso por los votos del PP y, en Portugal, por los del bloque comunista. En Europa, la eutanasia está legalizada en los Países Bajos, y es sabido que, en Holanda, muchos ancianos se marchan a países fronterizos por temor a ser tomados, en su país, como si de piezas de caza se tratara.

La cultura de la vida no es cuestión de izquierdas ni de derechas, sino de ética, de humanidad. Es preciso que los Estados doten, a todos los hospitales, de unidades de cuidados paliativos. La obligación de los Gobiernos es velar por la defensa de la vida de todos, sin discriminación para nadie.

El Papa Francisco advirtió a médicos católicos:  “La vida es siempre, en todas las fases y a cualquier edad, sagrada y siempre de cualidad, y no por un discurso de fe sino de razón y ciencia. No existe una vida humana más valiosa que otra, igual que no existe una vida humana cualitativamente más significativa que otra" (20 de septiembre de 2013).