Sr. Director:

Ante los comentarios en prensa internacional sobre los resultados de las últimas elecciones legislativas de Polonia y con anterioridad en Hungría, me vino a la memoria la exhortación apostólica de Juan Pablo II (hoy santo), ‘Ecclesia in Europa’, del 28 de junio de 2003, uno de los grandes textos europeístas del actual siglo. A finales del XX, el entonces Papa había convocado dos sínodos extraordinarios dedicados al viejo continente: en 1991, para impulsar la “nueva evangelización”; el segundo, en 1999, ante la “creciente necesidad de esperanza que pueda dar sentido a la vida y a la historia, y permita caminar juntos”.

El texto del 2003 trata de grandes cuestiones espirituales y apostólicas y, como es natural, insiste en la realidad histórica de las raíces cristianas presentes en la cultura europea. Pero no deja de soñar en la esperanza de contribuir a la construcción de una “nueva Europa”, donde todos “se sientan en su propia casa y formen una familia de naciones, en la que otras regiones del mundo pueden inspirarse con provecho”. El Papa polaco insistía en que, “en el proceso de transformación que está viviendo, Europa está llamada, ante todo, a reencontrar su verdadera identidad. (...) la unión no tendrá solidez si queda reducida sólo a la dimensión geográfica y económica, pues ha de consistir ante todo en una concordia sobre los valores, que se exprese en el derecho y en la vida”. Para fomentar también la paz dentro de sus fronteras y en el mundo entero, el ordenamiento -“respetando plenamente el carácter laico de las Instituciones”-, “debe basarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos lo más posible por los ciudadanos”.