Sr. Director:

El refranero lo recuerda: hay tres días que relumbran más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión”. El Jueves Santo por la tarde comienza el Triduo Pascual, que termina con las Vísperas del Domingo de Resurrección. Esta vez, sin oficios divinos multitudinarios; pero millones de espectadores han podido seguirlos virtualmente y recogidos en sus casas. También la televisión ha mostrado procesiones de años anteriores, llenas de emoción.

Me detengo en el significado del Jueves Santo, cuando la Iglesia celebra, simultáneamente, la institución de la Eucaristía y el Día de la Caridad, que desborda, en la Iglesia, este tiempo de pandemia.

Curioso: antes de instituir el sacramento de la Eucaristía, Jesús tiene un gesto de humildad y de servicio: se agacha a lavar los pies a sus Apóstoles, y les dice: “debéis lavaros los pies unos a otros, os he dado ejemplo”. Además de simbolizar el modo de ejercer la caridad, abajándose, simboliza que hay que tener el alma limpia para comulgar dignamente. “No todos estáis limpios”, les dijo, en referencia a Judas. Sobrecoge: el Apóstol traidor también comulgó, y, entonces, Satanás entró en su alma. Sorprende ver largas filas para comulgar y tan pocos para confesar. ¿Será que se ha olvidado que, para comulgar bien, debemos examinar la conciencia y lavar el alma si hay suciedad en ella?

El porqué de la institución de la Eucaristía. Jesucristo sabía que necesitamos su presencia, y cuánta sería nuestra añoranza al marcharse al Cielo. Bellamente, lo expresa el poeta Fray Luis de León: “¿Y dejas, Pastor santo, / tu grey en este valle hondo, escuro, / con soledad y llanto / (…)? Por eso, en la víspera de su muerte, rodeado de los Apóstoles en el Cenáculo, convirtió el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre (transustanciación). La Eucaristía es un “misterio” del Amor sin límites, incomprensible para cualquier inteligencia. Nos permite recibir el abrazo de Dios Encarnado y abrazarle nosotros a Él, y nos fortalece el alma mientras caminamos hacia la Vida sin ocaso. Creo que la eternidad es corta para dar gracias por este sacramento, que desborda el Corazón Misericordioso de Dios. Preciosa la antífona: “¡Oh sagrado convite, en cual se recibe a Cristo, renuévase la memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y se da en prenda de la futura gloria!”

Josefa Romo Garlito