Sr. Director:

Aún impactados por la decapitación de un hombre en París a manos de un joven islamista radicalizado, Francia anunciaba -se llevó a cabo- que ofrecería un solemne homenaje nacional a la víctima, un profesor de 47 años de edad, que usó unas caricaturas de Mahoma para ilustrar su clase sobre libertad de expresión.

El nuevo acto yihadista nos interpela y nos pide un sereno discernimiento, que nos permita tomar distancia de la catarata de reacciones que, desde las tripas, ya han vuelto a aparecer, sobre todo en el río revuelto de las redes sociales. Ni es tolerable empujar a las masas hacia el ojo por ojo, ni tampoco ayudan las manifestaciones indiscriminadas con eslóganes tipo “Je suis Charlie”, rememorando la solidaridad desatada con el semanario satírico que sufrió los terribles atentados en enero de 2015. Para que, como ha dicho Macron, se pueda ofrecer una respuesta política, y sobre todo moral y cívica ante la barbarie, es necesario que retratemos con la denuncia firme a quienes, de forma irracional, toman el nombre de Dios en vano para justificar el propio fanatismo.