Sr. Director: Hace ochenta y un años se producía el fusilamiento de uno de los mejores hijos de España. Sin embargo, como el odio y la insidia han ido emponzoñando la redacción de nuestra historia, no resulta  hoy fácil explicar quién fue José Antonio Primo de Rivera. Como tampoco comprender qué perseguía al fundar Falange Española («qué intentábamos que fuese...», escribía en su testamento tres días antes de ser asesinado «legalmente»), y cuánto de esa idea se llevó con su muerte, tan temprana como injusta. Aunque sólo fuera por la mucha calidad humana que hubo entre quienes le rodearon desde el principio de aquella aventura y por las masas de jóvenes que en el escasísimo período de tres años comenzaron a seguirle ilusionados... Aunque solo fuera por eso, la persona, vida, pensamiento y obra de José Antonio debería ser tratada con un mínimo de interés y respeto entre nosotros. Basta leer sus escritos y múltiples intervenciones para comprobar que España contó con una mente privilegiada, que hoy se intenta despachar con el burdo brochazo descalificativo del consabido término cuasi diabólico. Seguirán con la saña y con la antipatía, le seguirán insultando y ninguneando, pero ahí siempre quedará su ya eterno ejemplo y mensaje de que el mejor patriotismo no nace del sentimiento sensual de un nacionalismo individualista y complaciente; sino del amor amargo por la patria, acogedora y con ansias de perfección. Miguel Ángel Loma